domingo, 30 de noviembre de 2014

Bucólicas 3



Llegaron las lluvias
con el ímpetu del deseo sexual
largo tiempo retenido.
El cielo se derramó en humedades
que el suelo recogía con lubricidad;
los caminos, jalonados
con la consecuencia fértil
del bullicio erótico
del agua.
Ella tenía quince años,
él, no tantos.
Ella vestía una falda 
con vuelo,
poco apropiada para la estación.
Él, no importa.
Ella se divertía pisando los charcos,
saltando de lubricidad en lubricidad
hasta que las gotas de barro le mancharon
el interior de los muslos.
Escondió mal un grito agudo, 
se detuvo y se sonrojó, abochornada.
-¿Qué te ocurre?
-Nada, que nadie me había tocado nunca tan arriba.
Ella no conocía a Iseo, la otra,
la de las blancas manos,
la que no quiso nunca tocar Tristán,
la que, en venganza,
dejó morir a su esposo,
anunciando unas falsas velas negras.
Ella no conocía la literatura,
ni el rencor,
ni el despecho, todavía,
solo la alumbraba el embarazo de un placer
que sintió ese día de otoño
entre sus muslos,
como una caricia de cieno premonitorio.


No hay comentarios:

Publicar un comentario