sábado, 4 de octubre de 2014

Draganov y las mallas de colores



Ni el falsete de los Bee Gees (dice Draganov) provoca tantos escalofríos como la horda de mujeres y hombres maduros que llenan los gimnasios y los salones de baile de Varna. Esas mallas de colores chillones y esas camisas de festival de Eurovisión son tan provocadoras como Putin en tanga con un kalashnikov entre las manos. Sin embargo, ellos y ellas se ufanan disfrutando de su tercera juventud, flirtean como adolescentes y se refriegan como mandriles en celo. Desde fuera se juzga patético su comportamiento y su aspecto, pero ellos no se muestran como pavos reales con artritis para impresionar al público asistente, sino para recuperar algún pliegue perdido de su juventud o para compensar una frustración matrimonial o por la melancolía de haber perdido sus mejores años amamantando criaturas o atendiendo la ventanilla de un banco. Detrás de las cintas en la frente, de los pantalones ceñidos, de las depilaciones pectorales y de los baños de tinte, existe un deseo desesperado de recuperar el tiempo perdido, un ansia por agarrarse al borde del precipicio a costa de perder el esmalte de uñas y los pantalones en el intento.
Draganov no ve más dignos ni menos patéticos a los que alardean de seriedad y madurez, a los que se pliegan sin chistar a las obligaciones que les imponen las convenciones. Si al ver los colores fosforescentes de los "viejóvenes", le escuecen los oídos; al asistir a esos actos rituales en los que las madres hacen de madres, los padres de padres, los hijos de momias ejemplares y los profesores, políticos y escritores de recios sustentadores de la tradición, la bilis le llena el paladar y un olor a armario cerrado le nubla los sentidos hasta provocarle la misma sensación desagradable que una digestión pesada...
Draganov navegó entre las dos vertientes antes de meterse a intelectual. Hablaba con conocimiento de causa. Aún circulan en su país algunas fotos comprometedoras del escritor en un concurso de valses. Destaca del resto por su frac rosa, su chistera nevada de oro y sus bermudas de topos amarillos.      

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