domingo, 25 de mayo de 2014

Instrucciones para el manejo de perversiones cibernéticas de "Los placeres y otros fluidos"


Emplazad el acto carnal,
dejadlo reposar una hora, unos días,
esperad a encontraros  
con el cilindro verde de la batería 
colmado,
que suene la alarma 
que anuncia su cénit.
Retrasad el sexo
una hora, unos días,
hasta que el cargador eche humo,
hasta que arda en el enchufe.
Dejad que el fluido eléctrico
provoque clamores de besos,
resistid hasta que suenen todas las alarmas
y entonces aprovechad 
para derramaros en lluvia de panteras.

Descargad la aplicación
que ansiabais,
acariciando los iconos
con tanta habilidad como desesperación,
dejad que se descarguen los archivos
hasta el fin de la barra verde,
hasta que se desboquen los tantos por cien,
hasta que el placer deje sin habla a los informáticos,
hasta que se huela la piel de la pantalla,
hasta que la médula se resuelva en llama líquida.
Notaréis cómo se consume
en gemidos la energía,
arriesgad y dejad que culmine la descarga
hasta que suene el pitido y se informe
que debéis conectarla a la red.
Si el 100 % de la barra llega 
en el momento del aviso,
una lluvia de galaxias os cegará la vista,
enmudecerán los timbres del watshap,
se abrirán las humedades de las sábanas 
y perderéis la conciencia en polvo de megabites,
alcanzaréis la gloria de la comunicación,
el éxtasis de la electrónica,
la maravilla de ser archivos descomprimidos
que han surcado los átomos del aire.

Acariciaos la espalda,
despojada de la funda protectora,
comprobad la suavidad metálica de la piel,
tan distinta al áspero cuero que la cubre,
dejad que las yemas de los dedos
surquen las ondulaciones
y se duerman en el sosiego dulce
de los benditos diseñadores
de la telefonía.

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