jueves, 28 de noviembre de 2013

Crónicas desde la "indocencia" V: "Relatos de crímenes"

Enrique cuenta las tribulaciones de una marroquí con 5 hijos a la que atropella un coche cuando va a cruzar la calle para recuperar el pañuelo que le cubría la cabeza. Paula cuenta la historia de un muchacho del siglo XVI, celoso y atormentado por un amor que lo traiciona y que ocasiona su desgracia. Damián, con su rudo estilo, se hace eco de las noticias de un asesino real que han soltado de la cárcel. Ángel mata a unos y otros en su redacción con todo tipo de armas, reales y cibernéticas... Las historias de muertes, desangramientos, disparos y cuchilladas se suceden en cada una de las voces inocentes que pasan por el centro del aula para demostrar lo que inventaron el día anterior por la tarde. Nadie les dijo que debían ser historias de aquelarres, de asesinos en serie o de ladrones sin escrúpulos. Nadie había puesto como condición que los relatos debían incluir por lo menos un apuñalamiento o una degollación, sin embargo, ellos consideran siempre necesario que se incluya a la muerte en sus historias. Que haya un loco, un terrorista o un ofendido que siembre de sangre la historia parece necesario, casi imprescindible para que resulte interesante. Nada atrae más atención para ellos que el crimen desaforado, la violencia sin sentido, el misterio de la desaparición. Todos siguen el mismo guion, como si no hubieran oído otra cosa a su alrededor o no hubieran leído sino novelas del género más negro. Me niego a pensar que sus relatos son un producto de la sociedad violenta en la que vivimos. Creo más bien que su ansia de vida, su espíritu indomable está tan lejos de la muerte, que la contemplan como algo misterioso y fantástico que les atrae de manera irresistible como motivo literario. Como el viejo que recuerda mejor su infancia que dónde ha puesto las llaves, porque la imaginación es caprichosa y añora lo que se ha perdido o lo que queda muy lejos.  

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