lunes, 14 de enero de 2013

Desde Shakespeare, con pasión


De Romeo extrajo fuego y palabra,
de Hamlet, una angustia insoportable,
de Macbeth, una gran mueca macabra,
de Cáliban, la fantasía amable.

Todo amanecer es campo inestable
desde la noche en que su verso labra
un amor, una muerte y lo mudable
de la vida toda en total palabra.

Si te yergues del hombre por encima,
lo verás, bien armado con su pluma,
arañando el espíritu que anima,

con trazo de salada hiel y espuma,
labios como lanzas, sangre de rima, 
y la escena como herida que abruma. 

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