miércoles, 17 de octubre de 2012

FOTOMATÓN (I)

Aquí dejo las dos obras maestras que me han enviado los dos alumnos de 2º de Bachillerato para comenzar con este nuevo espacio de Literatura Universal, "Fotomatón". Pedro Arribas y Marina Fernández Nieva nos deleitan con dos poemas inspirados en la ilustración que dejé en la primera entrada. Vuelvo a colgar mi poema también. Esto comienza a funcionar. A final de curso veréis qué libro más chulo podemos encuadernar. Ahí va la de PEDRO ARRIBAS (alumno de 2º de Bachillerato C):


Esta es la historia de un joven cansado de esperar,
cansado de recordar,
con ganas de olvidar.

Decidió robarle un beso a aquella a la que más quería,
en la que su cara se reflejaba la luz del día
y en ella siempre sonrisa había.

Ese sentimiento llamado amor,
en el cual hay vencido y vencedor.

Ella le sacó de su agonía
con su persistente alegría.

Los jóvenes se besaban,
sin importarles quién mirara.

El reloj permaneció parado,
y el beso de aquellos jóvenes inmortalizado.

                                                         Pedro Arribas

Y la de MARINA FERNÁNDEZ NIEVA (2º de Bachillerato):


Todo era muy extraño
no sabía ciertamente dónde iría
dónde estaba, lo único que me despedía
de mi fiel compañera de viaje.
Te di un beso, un abrazo 
pero no puedo alejarte de mí
sabiendo que te pierdo para siempre
y empiezo a amarte como jamás hice.

No quiero en el recuerdo este momento,
rabia, pasión y amor a la vez
imposible describir esa rara sensación
que recorría mi cuerpo con miedo.

Por unos instantes todo se paraba, no había nadie
solamente nuestras almas se fundían,
de repente todo corría muy rápido, 
mucha gente, humo, trenes que se iban 
sin camino no de vuelta.

Si a esta vida que sin rumbo llegué,
nunca podré descubrir lo que me encontré 
tan bien sentir me hacía, que decidí
cogerla fuertemente y evitarme cierta despedida
                                                                            Marina Fernández Nieva

Y el mío:


SE BESARON

Se besaron,
hasta acabarse las lenguas,
hasta fundir las pupilas de los transeúntes,
hasta destrozar el pasado de la ciudad y abrasarla de color.
Se besaron eternamente, 
después de que los gusanos
les hurtaran las salivas,
después de que la tierra
les minara las bocas.
Se besaron en la acera de la muerte,
donde se resbalan los zapatos de charol 
de los paseantes sin voz,
donde se resiste el amor
al leviatán del tiempo. 
Y traspasa la imagen varada
un helor de amor
tan intangible como el reflejo de un estanque helado.
Se besaron
y se amaron
posiblemente
en una habitación
oscura
bajo la llama de una bombilla oscilante
que ahora yace en el fondo de una montaña de escombro,
entre un abrigo largo y una maleta desvencijada..


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