miércoles, 30 de noviembre de 2011

Torrente maldito (duodécima entrega)


Continuamos con el relato que nos dejó en vilo con el texto de Rocío. Ahora es BEATRIZ NAVARRO quien lo continúa. Atentos al nuevo giro. Es muy interesante la disputa por llevar el relato al terreno de lo vampiresco frente a otros que prefieren el de al parodia. Resulta enriquecedor. Ya queda poco para el final. Las últimas serán las primeras (y también las que más responsabilidad tienen). ¡Ah!, por cierto, la venganza por hacerme copiar estos textos tan largos a mano no se va a hacer esperar (soy muy vengativo).

Mi continuación:

-El día que vino el autobús de las transfusiones me sacó de clase y me arrastró hasta la plaza. Le pregunté que para qué me había llevado hasta allí y me dijo que era una sorpresa. Ella sabía que teníamos el mismo grupo sanguíneo y quería que me sacara sangre para guardarla en caso de que ella tuviera un accidente. Desde luego, ni yo pude sacarme sangre, ni le hubieran dejado quedarse con ella. Despechada, sacó un abrecartas que guarda siempre en su bolso, se hizo un corte en el dedo, lo chupó y me dio un morreo para pasear su lengua por todo mi paladar. Noté el sabor salado de su sangre y me asusté bastante –seguía relatando Marcelo las espesas locuras de su exnovia ante la embelesada mirada de las tres chicas.

-Lo que no sé es por qué aguantaste tanto con ella –apuntó Raquel.
Se había pasado. Una cosa era no echarle en cara su comportamiento con Carla y otra, bailarle el agua de esa manera tan rastrera, pensó Denia, mirando a Raquel de reojo. “Seguro que esta tía quiere agenciarse a Marcelo sin dejar que se enfríe el cadáver de Carla. Pero está claro que este tío está por mí. No hay más que ver cómo me ha mirado el culo cuando me he levantado a pedir las cañas”. Se había colocado esa tarde los vaqueros más ceñidos que tenía en el armario, segura de que ninguna de sus dos amigas podría competir con la potencia incontestable de sus maduras caderas.

-Y el rollo que se lleva con esos libros de vampiros. Dientes de terciopelo creo que se titulan. No hace otra cosa que leer esa porquería e intentar repetir las payasadas que se cuentan en ellos. Cuando comenzaron las vacaciones se empeñó una noche en que fuéramos hasta el jardín que rodea el Edificio Central. Menos mal que sabía ya de qué iba la cosa porque ella estaba convencida de que, cuando se queda vacío, allí habitan oscuros demonios y quería que lo comprobáramos por nosotros mismos. Sabía que yo tenía una copia de la llave y me la quitó. No quise acompañarla y esa misma noche rompimos.

El fragmento de BEATRIZ:

Carla le preguntó a aquella extraña cosa que decía llamarse la "princesa del pueblo" y que iba montada en un caballito de juguete que por qué le había hecho cometer aquella atrocidad. La extraña muñeca le contestó diciéndole que única y exclusivamente era ella la que había decidido hacerlo ya que nadie la había presionado. Comparó esa situación con el mundo de las drogas, con tal de conseguir tu dosis haces lo que sea necesario, y ella para salvar su vida no reparó en arrancar los ojos de aquel cuerpo inerte.
Tras hablar con aquel extraño ser, Carla traspasó una fuente de la cual salía una luz celestial y despertó agitada. Estaba en el sofá de su casa. Carla pensó que aquello solo había sido una pesadilla y para tranquilizarse, y sin hacer caso de aquel extraño sueño, sacó del bolsillo de su pantalón una bolsa hermética de plástico llena de "maría", un librillo de papel y un cigarro. Se lio un porro y salió a la calle a fumárselo para no dejar el olor impregnado en el salón de su casa. Era una noche oscura, hacía frío y no se veía a nadie por la calle, o eso creía Carla. Unos ojos acechaban a la joven desde lo alto de un edificio. Carla terminó de fumar y cuando entró en casa notó que algo no estaba bien, algo estaba distinto de como lo había dejado ella cinco minutos antes de salir a la calle. Asustada, corrió a su habitación y cerró la puerta, pensaba que allí estaría tranquila y que podría descansar; pero cuál fue su sorpresa cuando dio la vuelta para dirigirse a la cama y vislumbró la silueta de una persona sentada en ella. Contrariamente a lo que todo el mundo haría, Carla no se asustó. Conocía aquella silueta, aquel olor le resultaba familiar y aquellos ojos azules la llenaban de paz. Era él, aquel extraño ser que había aparecido en su sueño aquella misma noche.
-¡Hola, Carla! ¿Cómo estás? -preguntó el vampiro.
Carla titubeó al contestar:
-Bi...bi...bien, estoy bien.
-No te creo -dijo tajantemente el vampiro-, Si estuvieras bien no habrías necesitado drogarte. En el fondo te comprendo, yo también lo hice en su momento. Estás asustada por todo lo que has vivido esta noche, por lo que tú crees que ha sido un sueño, pero que en realidad no lo ha sido.
Carla, sorprendida por lo que aquel ser acababa de decir, solo acertó a articular palabras sin sentido y a repetir la palabra "mamá". Acababa de recordar que en el sueño mataba a su madre para saciar su sed de sangre. Sorprendentemente, la joven sacó fuerzas de donde no las tenía y preguntó:
-¿Y mi madre, dónde está?
-Tranquila, Carla, no seas impaciente, tendrás todas las explicaciones que quieras, pero este no es el momento para eso. Debes acompañarme, tengo que mostrarte y explicarte algo.
Carla, sin oponer resistencia, se subió en brazos de aquella criatura, y juntos saltaron por la ventana, por la cual empezaban a asomar los primeros rayos de luz de la mañana. Una vez en la calle, él empezó a correr tan deprisa que a Carla le entraron ganas de vomitar.
-Cierra los ojos, no te marearás -le dijo la criatura.
Así lo hizo la joven, y cuando abrió los ojos un escalofrío le recorrió el cuerpo. Estaba en aquella habitación del sueño o de la realidad, donde había estado atada a una silla. Preguntó qué hacían allí y el vampiro comenzó a hablar.
-Recorrías estos pasillos, asustada, preocupada, con el rostro pálido, cuando me llegó tu olor. Un olor embriagador que no había percibido nunca. Te seguí, y al verte tan inofensiva no pude evitarlo. Sin que me vieras, te cogí y te traje a esta habitación; te até para poder contemplarte sin que te escaparas y tras observarte un buen rato y seguir oliendo aquel aroma, decidí hacerlo. Aparté tu melena y dejé el cuello al descubierto, lo acaricié, lo lamí y después clavé mis colmillos en él. Saboreé tu sangre y después me senté para ver cómo el veneno que te había inyectado hacía efecto. Cuando el progreso había concluido, aquellos miserables amigos tuyos entraron y me golpearon, ¡qué ingenuos!, creyeron que había quedado inconsciente por el golpe, pero lo único que hice fue fingir hasta que te sacaron de aquí y yo pude escapar. Ahora he de decírtelo, Carla, tú ya no eres una persona, te han convertido en lo que yo soy, en la clase de criatura en la que yo me convertí hace mucho tiempo.
-¿En un vampiro? -preguntó Carla intrigada, a la vez que atemorizada.
-Sí, eso es lo que soy. Una criatura que se alimenta de la sangre y que disfruta vaciando las venas de las personas.
-¿Y en el hospital, qué pasó en el hospital, qué le pasó a mi madre?
-En el hospital, simplemente pasó una cosa, aumentó tu sed de sangre hasta hacerse incontrolable y hacerte perder la razón. Así que la respuesta a tu pregunta es muy sencilla, sí, mataste a tu madre para beber su sangre.
Carla comenzó a llorar al descubrir que lo que había pasado en su sueño había ocurrido en la realidad. Pero el vampiro la abrazó y ella sintió una gran paz en su interior. Aquella criatura le hacía sentir bien, tranquila, como en un mundo perfecto donde solo estaban ellos dos. Así, abrazados en aquella oscura habitación, pasó el día, y la noche cayó. El vampiro la invitó a recorrer de nuevo los pasillos de aquel edificio donde había comenzado su pesadilla. Aquellos lúgubres pasillos ahora le parecían maravillosos, llenos de luz y las habitaciones aterradoras ahora le parecían agradables estancias, aunque en realidad no lo eran, todo seguía siendo tenebroso y oscuro. Pero lo que Carla no sabía es que todo no iba a ser tan maravilloso. Cuando el vampiro abrió la roída puerta de la última habitación se dirigió a Carla y le dijo:
-Aquí tienes mi regalo de bienvenida. Ahora eres un vampiro y debes comportarte y alimentarte como tal.
Cuando Carla entró en la estancia, encontró a Marcelo inconsciente, atado a una silla y con el cuello lleno de sangre.
-Aquí tienes tu cena -dijo el vampiro.
El olor de aquella sustancia fascinó a Carla, que haciendo caso a sus instintos de animal, o mejor dicho, de "chupasangre", se abalanzó sobre su novio e hincando sus dientes en su cuello vació sus venas. Cuando hubo terminado de alimentarse, Carla abandonó el cuerpo sin vida del joven y sin remordimiento alguno pidió más. Quería más. Su sed ahora estaba descontrolada, necesitaba alimentarse, sentir cómo la gente perdía la vida en sus manos y cómo sus corazones dejaban de latir. Su "nuevo amigo" aceptó sus peticiones y la llevó a un sitio que le resultara familiar. Era la fiesta de cumpleaños en la que estaban todos sus amigos. En aquella noche oscura, y acechando desde la penumbra, Carla entró en la casa acompañada del vampiro y el sonido de la música y la risa de los jóvenes, se convirtieron en gritos de terror y de ayuda; pero nadie los oyó... CONTINUARÁ.

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