jueves, 4 de agosto de 2011

Estudio sobre "Criaturas del Piripao" (IX)


Por si os parecían pocas aquí va la novena entrega del análisis de David Arona sobre mi novela y aún queda alguna más.

Terminamos con los personajes:

Entre Torralba y Mencía se establece una verdadera amistad. Es real y auténtica la preocupación de Torralba hacia Mencía por “el qué dirán”. “Las alcobas de esta villa son transparentes”. Torralba hace referencia a la delación de unos vecinos sobre otros, de la vigilancia continua en todo momento y lugar… sistema instaurado por el Santo Oficio y copiado varios siglos después por la GESTAPO o la policía política cubana o por la guardia civil y su red de chivatos enEntre Torralba y Mencía se establece una verdadera amistad. Es real y auténtica la preocupación de Torralba hacia Mencía por “el qué dirán”. “Las alcobas de esta villa son transparentes”. Torralba hace referencia a la delación de unos vecinos sobre otros, de la vigilancia continua en todo momento y lugar… sistema instaurado por el Santo Oficio y copiado varios siglos después por la GESTAPO o la policía política cubana o por la guardia civil y su red de chivatos.

La pareja Mencía Torralba se opone diametralmente a las cómicas. Mariana y Juana se envidian y se odian mutuamente: “¿Acaso no levantan más los ánimos mis zarabandas que esa anatomía de gallina despepitada de Juana?... Si en la mancebía ya se mostraban esas claras preferencias del senado. Yo era requerida por tantos caballeros de marca que las obras se las dejaba a ella y aun algunos venían después quejosos por haberlos arrojado entre brazos tan huesudo.” Aquí Mariana pinta a la primera dama de la compañía como un personaje caricaturesco, con dos rasgos. El narrador le transfiere la técnica expresionista al personaje. Sin embargo, y ahora sí vamos a hablar del experimento naturalista por excelencia de la novela: la irrupción de la inquisición en las vidas de Torralba y Mencía las convierte en enemigas irreconciliables; en cambio, el éxito de la compañía de cómicos en Toledo apacigua los ánimos entre Juana y Mariana. No sólo los destinos, sino con ellos las relaciones humanas varían y están determinados por las circunstancias de la vida y, a menudo, el azar transforma la voluntad de los individuos en un elemento menor. Ambas relaciones reflejan la esencial fragilidad del alma humana, la debilidad de nuestros afectos, la pequeñez de nuestra firmeza y lo voluble de nuestras emociones. Como decía Evaristo el cantante de “La Polla Records”: “No somos nada”.

A pesar de que Mencía en un principio muestra un carácter generoso y humano y pone de manifiesto su verdadero afecto por Torralba: “-No deben llegar a ese extremo, Torralba de mi alma. Nadie soporta ese suplicio sin cantar lo que ellos reclaman. Si te ves en el cabo de decir cualquier cosa para salvarte del potro, dila. Pregunta qué es lo que quieren oír y confiésalo sin falta.” La rabia posterior de Mencía hacia Torralba retrata a la protagonista como un ser esencialmente humano, no como una heroína idealizada de una película hollywoodiense, sino como una mujer que siente como su mundo y su vida se le vienen encima principalmente por la falta de prudencia de la que había sido su amiga, por la vanidad de Torralba que le llevaba a dar indicios de lo que sabía gracias a la morisca, cabo del hilo por el cual ambas fueron atrapadas y Mencía destruida. “La compañía de Torralba le había hecho mucho bien, pero tras oír al capellán se le hacía que su indiscreción había sido la causa del atropello que sufrían. Se le llegó a levantar un recelo enconado contra la que en las últimas semanas se había convertido en el báculo de su vejez. Aquella religión de amor que tanto las unía, se desmadejaba ante la amenaza de la muerte violenta…Toda la ira que no había descargado hacia el cura se aplicaba a su relación con Torralba.”

Ante el instintivo miedo a la tortura y al dolor, también Torralba toma distancia respecto a su amiga. El terror institucionalizado y dirigido hacia un pueblo acaba sacando lo peor del ser humano (recordemos la Alemania nazi, la unión soviética de Stalin, o la España franquista) hasta de aquellos seres caracterizados por su bondad. Citamos: “Gracias le podía haber dado la morisca por no haber pregonado las herejías que escondía en su casa… no callaría ante la justicia a favor de Mencía. Ella misma le había pedido que no lo hiciera. Sólo pensar que un rebenque rozara sus carnes la alteraba nerviosamente y desbordaba su equilibrio”. Ante el “vómito de acusaciones” que representa la destrucción moral de Torralba hasta el interrogador Don Lino se humaniza: “Despreciaba a la mujer que tenía delante”.

Ahora bien, el autor no deja ahí al personaje de Torralba y eso es lo sobresaliente. Ahonda en el alma humana y pone de relieve que verdaderamente los seres humanos no nos conocemos: el ama esperaba una liberación al confesar, un estado de paz… pero lo que le sobreviene es su muerte moral: “Se hundió en el embozo para esconderse de sí misma. Llegó a casa y se refugió en el trajín de las tareas de su oficio. Dejó su mente en blanco casi instintivamente, como mecanismo de defensa ante un peso que no podía soportar: el de la traición ingrata”. El tono del narrador a través del estilo indirecto libre ahora deviene serio y auténtico. La espiritualidad del ser humano queda reivindicada. De este modo el ataque contra la institución eclesiástica no supone en absoluto un ataque o una negación del alma humana. De hecho, el final del capítulo XXIV evidencia que nuestro mundo interior se nutre y crece por el bien y se emponzoña y languidece con la deslealtad, la debilidad y la traición.

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